En un supermercado,
un padre paseaba con su hijo de 3 años,
quien no paraba de gritar y correr por los pasillos.
El padre, muy tranquilo, le decía:
“Vamos, Alberto, solo un poco más y nos vamos”.
Al llegar a la caja, el pequeño empezó a llorar aún más fuerte.
La cajera, admirada por la paciencia del padre, le felicitó diciendo:
“Es increíble cómo le hablas con tanta calma a tu hijo Alberto”.
El padre, con una sonrisa, le aclaró: “Yo soy Alberto, el terremoto este es Martín”.