En medio de la pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2, un hipotético hermano SARS-CoV-3 podría estar ya agazapado en la naturaleza a la espera de un próximo ataque a la humanidad. Un análisis genético de cientos de nuevos coronavirus hallados en murciélagos de China alerta de que algunos de ellos tienen “un alto potencial de transmisión entre especies” y apunta al “probable origen” del propio SARS-CoV-2 en una especie regional de murciélagos de herradura.
“Hay una enorme diversidad natural de estos coronavirus”, advierte el ecólogo boliviano Carlos Zambrana, de la EcoHealth Alliance, una organización internacional con sede en Nueva York dedicada a investigar las enfermedades emergentes que surgen de la fauna salvaje y amenazan a la humanidad. Su equipo, en colaboración con el Instituto de Virología de Wuhan, ha analizado más de 1.200 secuencias genéticas de coronavirus hallados en murciélagos, 630 de ellas nuevas, y ha confirmado que «el suroeste de China es un centro de diversificación” de estos virus. Allí se da una tormenta perfecta: una gran cantidad de especies de murciélagos —cada una con sus virus característicos—, una alta densidad de población humana y un constante contacto entre personas y animales que incluye cazar y comerse los murciélagos.
“Es muy probable que veamos nuevas pandemias en el futuro”, opina Zambrana. Su organización está en el punto de mira de la Administración Trump por colaborar con el Instituto de Virología de Wuhan, acusado sin ninguna prueba de haber fabricado el SARS-CoV-2 en sus laboratorios. El nuevo estudio lleva la firma de Shi Zhengli, una reputada viróloga china —conocida como Batwoman por sus pioneros trabajos con murciélagos— que ha sufrido una campaña de acoso tras ser señalada como “la madre del demonio” en las redes sociales chinas. “Es una lástima que científicos que están tratando de salvar nuestras vidas estén recibiendo amenazas”, lamenta Zambrana.
El equipo de científicos de la EcoHealth Alliance y el Instituto de Virología de Wuhan tomó muestras de miles de murciélagos de una quincena de provincias chinas entre 2010 y 2015. “Cuando atrapamos un murciélago, casi siempre da negativo a coronavirus. Para encontrar un positivo tenemos que muestrear cientos”, explica Zambrana. Los científicos no han analizado el genoma completo de cada virus, así que las 630 nuevas secuencias genéticas publicadas ahora no se corresponden necesariamente con 630 nuevas especies de coronavirus, aunque el ecólogo boliviano cree que posiblemente se trata de “cientos” de patógenos desconocidos hasta ahora.
Los virus causantes del SARS, el MERS y la covid-19 pertenecen a un grupo específico de coronavirus, denominado betacoronavirus. El nuevo análisis, sin embargo, sugiere que es otro grupo, el de los alfacoronavirus, el que tiene una mayor facilidad para saltar entre especies. Los autores urgen a implantar programas de vigilancia que busquen nuevos coronavirus en las poblaciones de murciélagos del sur de China, pero también en países limítrofes, como Myanmar, Laos y Vietnam.
“No hay que culpar a los murciélagos. Son fantásticos para los ecosistemas. Si te gusta el tequila tienes que dar gracias a los murciélagos, porque son los polinizadores de la planta con la que se hace el tequila”, subraya Zambrana, preocupado por la estigmatización de los mamíferos voladores. Las autoridades de Perú tuvieron que pedir en marzo respeto por los murciélagos después de que algunos habitantes de un pueblo andino prendieran fuego a una colonia al vincularla equivocadamente a la pandemia de covid-19.
“Los beneficios que aportan los murciélagos a los ecosistemas son, de lejos, mucho mayores que los posibles riesgos: polinizan las plantas, controlan las plagas de la agricultura y se comen toneladas de mosquitos que nos transmiten enfermedades, como la malaria, el dengue o el zika”, coincide el zoólogo Javier Juste, de la Estación Biológica de Doñana (CSIC), en Sevilla.
Este artículo apareció originalmente en ELPAIS.COM